Uno de los efectos de hacer una clase de judo después de tanto tiempo es volver a descubrir que los músculos que creías "muertos" siguen ahí, y el dolor de las agujetas del día siguiente te hace sentir todavía vivo y con la ilusión de poder volver a poner en marcha la maquinaria.
Menos mal que las carreritas ayudan a mantener la bomba en mejor o peor funcionamiento y no llegas a arrastrarte del todo por el tatami.